El niño es, desde su nacimiento, un sujeto de acción y no solo de reacción.
Desde estos principios, la psicomotricidad, tal como la entendemos, se propone como primordial objetivo el apuntalar las condiciones para la construcción y el desarrollo en cada niño de:
• La identidad, su complejo proceso de devenir persona singular;
• La comunicación desde el inicial “dialogo tónico”, la interacción cuerpo no verbal y anclaje ineludible del símbolo, la palabra y la escritura.
• El pensamiento como dinámica de la representación, la operación y el reconocimiento;
• La producción, la expresión de sí y la creación como acciones recíprocamente transformadoras del sujeto y de la realidad.
Comprendiendo que en esta etapa el niño es exclusivamente un sujeto psicomotor, la psicomotricidad aporta, en tanto disciplina, la riqueza de su mirada acerca de la dinámica de integridad en la constitución del ser y, en tanto práctica en el jardín de infantes, crea dispositivos, espacios, tiempos, técnicas y materiales para alcanzar coherentemente estos objetivos, que se insertan, desde el acuerdo y el consenso filosófico y pedagógico, en proyectos educativos institucionales.
PSICOMOTRICIDAD OPERATIVA EN EL JARDÍN
Cuando hablamos de acto motor, no nos limitamos a pensar en la suma de contracciones musculares, sino que miramos el gesto que conlleva esa construcción. En nuestro quehacer diario, nos emocionamos cuando una mañana, llega Pedro, de dos años, extiende sus brazos, rodea con ellos a un compañero, acerca su cuerpo al cuerpo del otro, luego gira su tronco y su rostro hacia la puerta, al tiempo que mueve su mano saludando a su madre despidiéndose. En esta cadencia de movimientos y posturas, Pedro está manifestando su placer ante el encuentro con el otro, su posibilidad de tranquilidad en el ámbito del jardín y su capacidad para separarse de su madre, para luego reencontrarse. Myrtha Chokler afirma “El cuerpo que somos es, está, se presenta al mundo e interactúa con él, a través de su tono y postura, actitud y movimiento”.
Entonces decimos que toda actividad humana es esencialmente psicomotriz, pues Pedro puso en funcionamiento su sistema anatomofisiológico, psicológico y social, para interactuar en este espacio, en este tiempo, con los otros. “La psicomotricidad es la disciplina que estudia a Pedro, al hombre, desde esta articulación intersistémica, decodificando el campo de significaciones generadas por el cuerpo y el movimiento en relación y que constituyen las señales de su salud, de su desarrollo, de sus posibilidades de aprendizaje e inserción social activa, y también las señales de la enfermedad, de la discapacidad y de la marginación” (Chokler, Myrtha. Organización del desarrollo Psicomotor).
Un enfoque preventivo
El gran objetivo del jardín de infantes es acompañar el desarrollo emocional, cognitivo y de aprendizaje de los niños, cumpliendo especialmente una función preventiva, y teniendo una clara y coherente comprensión de su maduración como sujeto, unidad somatopsíquica. Desde esta perspectiva, es que promovemos en el nivel inicial la práctica psicomotriz, que aborda al niño desde la integración de la motricidad, la afectividad y el proceso intelectual.
Esta práctica tiene objetivos específicos como la comunicación, la expresión y la descentración. Entendemos la descentración como un requisito indispensable en este nivel educativo, ya que otorgará la posibilidad del acceso al pensamiento lógico, a través del progresivo distanciamiento de la invasión de sus proyecciones y emociones.
La expresión es la posibilidad de sacar afuera, de poner en movimiento aspectos íntimos, profundos, de cada uno con relación a los otros. Un niño que se expresa, se muestra, se hace entender manifiesta sus afectos por diversas vías.
La comunicación implica una escucha, un ponerse en lugar del otro, una distancia de las propias emociones. Abrir al niño a la comunicación implica colocarlo en las mejores condiciones de descentración.
Espacio psicomotor, ¡espacio de juego!
“El niño juega continuamente; es imposible saber cuando no esta jugando. Juega incluso su propio papel, asegurando una especie de desplazamiento en su forma de estar en el mundo. En las situaciones más extremas, a veces las mas trágicas, el niño juega como si el juego, actividad maravillosa, variada, rica, fuera para él una necesaria forma de ser. El juego es la forma privilegiada de expresión infantil” (Philippe Guttin, 1973).
Muchos autores hablan del juego como actividad esencial en la infancia, que otorga la posibilidad de transformación, de expresar agresión, de establecer deseos, de manifestar el imaginario. Winnicot dice: “Jugar es hacer, el juego compromete al cuerpo, el jugar tiene siempre una implicancia corporal, implica una acción sobre el mundo externo y modifica a su vez el mundo interno”.
Cuando preparamos el espacio de psicomotricidad, lo hacemos teniendo en cuenta que los niños vendrán con el proyecto de jugar, de jugar con un objeto, con otro o con otros.
El encuadre de esta practica
Desde el principio, el niño tiene un espacio donde vivir su expresividad motriz, donde los objetivos y los principios de acción dan la libertad, a él y a los adultos, de actuar facilitando la creación y la relación.
El encuadre simboliza la contención, la seguridad, la confianza, pues se trata de un marco, de un límite, de la claridad y del permiso. El encuadre establece pautas para llevar a cabo la acción, es un marco que se mantiene invariable, y que se prolonga en el tiempo. Separa el adentro del afuera, lo significa y da las condiciones para el desarrollo y el aprendizaje. Las constantes espaciales (objetos, disposiciones en el lugar) y las constantes temporales (día en que se desarrollar la sesión, duraron de la misma) y las personas que intervienen, juegan un papel importante en la estabilidad y maduración del proceso.
El dispositivo espacial y temporal
La organización de los materiales responde a las etapas madurativas que parten de la acción y alcanzan la representación. El objetivo es facilitar este pasaje, desde la disposición de material pertinente para estos procesos, buscando, según las palabras de Wallon, “pasar del acto al pensamiento”.
Este dispositivo comprende una estructura y organización temporal, secuenciado en los siguientes momentos:
• Un ritual de entrada.
• Un tiempo para el desarrollo de la expresividad motriz.
• Un momento para el cuento o relato.
• Un espacio para representación grafica.
• Un ritual de salida.
Ritual de entrada
Momento de encuentro de saludo individual y grupal. Es el momento de nombrar a cada niño, significando su presencia, evocar a los ausentes y marcar las reglas del lugar. Es el tiempo del pasaje de la vida cotidiana a este espacio de transición, de construcción, juego y elaboración emocional; es el momento en que el psicomotricista acoge al grupo, brindando confianza y seguridad.
El espacio de la expresión motriz
Se habilita, en principio, la destrucción de paredes o torres de cubos y almohadones de gomaespuma, facilitando la elaboración de los fantasmas infantiles, desculpabilizando esta acción, en el placer de la relación y el juego simbólico. Encontramos otros materiales, como escalera, bancos suecos, colchones, telas, palanganas, sogas, espejos, materiales que posibilitan el movimiento, la recuperación del placer sensoriomotor, a través de balanceos, saltos, caídas, carreras, envolturas, búsqueda de altura, etc.
Los cubos, las telas, muñecos, incentivan el juego simbólico que compren de tanto a las construcciones como al juego del “como si”. Muchas veces estas acciones se ven integradas, ya que mientras una nena es la Mujer Maravilla, tienen puesta una capa, se trepa al banco, salta, cae, rola, y vuelve a rescatar a sus hijos de manos malvadas, en una absoluta situación de simultaneidad de juego sensoriomotor y simbólico.
Momento para el cuento o relato
Unos minutos antes de finalizar el juego, el psicomotricista avisa que falta poco tiempo para ir cerrando ese momento, lo que facilita la toma de distancia de la situación investida, Luego invita a los niños a sentarse en un lugar determinado por el adulto para escuchar el cuento. Esta historia tiene como objetivo promover la representación mental de imágenes y escenas que fueron vividas con mucha emoción durante el juego.
Este relato debe ser la metáfora de lo que se jugo, con la suficiente distancia como para que los niños se identifiquen con los personajes, sin ser ellos mismos. De este modo se prepara el pasaje a un momento de mayor descentración.
Representación grafica
En este espacio se ofrece a los niños crayolas o plumones y hojas para dibujar, o masa de color para modelar o pequeños bloquecitos de madera para construir. La producción con estos materiales, la palabra y la escritura, ofrecen la posibilidad de expresar y dar forma a las emociones, al imaginario y a las escenas fantasmáticas. En esta manifestación, cada niño muestra su individualidad, su posibilidad, o sus carencias. Es un momento importante para la comunicación, ya que se le pregunta a cada uno por su producción y se muestra al resto, si cada uno así lo desea, buscando nuevos caminos para la descentración.
Ritual de salida
Es el momento que vuelve a marcar la diferencia entre el afuera y el adentro; es lo que reaseguramos la continuidad de este espacio, y de la pauta para la despedida y el reencuentro.
El cuerpo en la institución escolar
Durante mucho tiempo, el cuerpo no tuvo lugar en la escuela o solo se lo tuvo en cuenta para desarrollar destrezas, habilidades fuerza, resistencia, velocidad, rendimiento, etc., sin permitir la expresión, ya no de tecnicidad sino de pulsiones, afecto, fantasmas.
Citamos previamente a Wallon, al decir que “el movimiento es la expresión del psiquismo del niño”, y no era justamente la escuela, como institución representativa de la cultura y de la sociedad, quien otorgara ciertos permisos y espacios para las necesidades genuinas en la infancia, entendiendo que “el cuerpo es, también, y ante todo, lugar de placer y de displacer, de reservorio de pulsiones, medios de expresión de los fantasmas individuales y colectivos de nuestra sociedad, al servicio del inconsciente, tanto o mas que del consciente” (Aucouturier y Lapierre, El cuerpo y el inconsciente, 1980).
El docente no recibe una preparación adecuada, suficiente y pertinente para comprender y operar con ese cuerpo, con la expresión de la agresión, de la angustia, de la necesidad, de la inhibición, porque tampoco existió, durante mucho tiempo, lugar para el cuerpo del maestro en los profesorados y en las instituciones educativas, en general.
El maestro debería tener un espacio de formación personal, en el cual poder conocer sus propias limitaciones, su manejo de la agresión, su capacidad de escucha, de mirada, de apertura y comprensión del otro.
Aquella escuela que abra sus puertas a la psicomotricidad debe llevar adelante un proyecto pedagógico acorde y coherente con los principios que rigen a esta practica “que se base en una concepción del niño, de su proceso madurativo y de la función de la institución educativa, que reconozca la dinámica propia y las necesidades especificas del niño, que privilegie como finalidad la concreción de las condiciones para su desarrollo armonioso a través del placer del movimiento, de la comunicación, del placer de la expresión y la creación, del placer de la acción, la investigación y el descubrimiento, del placer de la actividad cognitiva lógica. Un proyecto educativo coherente, concebido como un itinerario de maduración y tendiente al mismo tiempo a la prevención y a la detección temprana de las alteraciones de la estructura y de la dinámica afectiva, motriz, cognitiva y relacional” (Chokler, Myrtha, Acerca de la practica psicomotriz de Bernard Aucouturier, 1999).
Bibliografía:
Psicomotricidad. El cuerpo en juego: hacer, sentir, pensar. Ediciones Novedades Educativas. Buenos Aires 2000.
Desde estos principios, la psicomotricidad, tal como la entendemos, se propone como primordial objetivo el apuntalar las condiciones para la construcción y el desarrollo en cada niño de:
• La identidad, su complejo proceso de devenir persona singular;
• La comunicación desde el inicial “dialogo tónico”, la interacción cuerpo no verbal y anclaje ineludible del símbolo, la palabra y la escritura.
• El pensamiento como dinámica de la representación, la operación y el reconocimiento;
• La producción, la expresión de sí y la creación como acciones recíprocamente transformadoras del sujeto y de la realidad.
Comprendiendo que en esta etapa el niño es exclusivamente un sujeto psicomotor, la psicomotricidad aporta, en tanto disciplina, la riqueza de su mirada acerca de la dinámica de integridad en la constitución del ser y, en tanto práctica en el jardín de infantes, crea dispositivos, espacios, tiempos, técnicas y materiales para alcanzar coherentemente estos objetivos, que se insertan, desde el acuerdo y el consenso filosófico y pedagógico, en proyectos educativos institucionales.
PSICOMOTRICIDAD OPERATIVA EN EL JARDÍN
Cuando hablamos de acto motor, no nos limitamos a pensar en la suma de contracciones musculares, sino que miramos el gesto que conlleva esa construcción. En nuestro quehacer diario, nos emocionamos cuando una mañana, llega Pedro, de dos años, extiende sus brazos, rodea con ellos a un compañero, acerca su cuerpo al cuerpo del otro, luego gira su tronco y su rostro hacia la puerta, al tiempo que mueve su mano saludando a su madre despidiéndose. En esta cadencia de movimientos y posturas, Pedro está manifestando su placer ante el encuentro con el otro, su posibilidad de tranquilidad en el ámbito del jardín y su capacidad para separarse de su madre, para luego reencontrarse. Myrtha Chokler afirma “El cuerpo que somos es, está, se presenta al mundo e interactúa con él, a través de su tono y postura, actitud y movimiento”.
Entonces decimos que toda actividad humana es esencialmente psicomotriz, pues Pedro puso en funcionamiento su sistema anatomofisiológico, psicológico y social, para interactuar en este espacio, en este tiempo, con los otros. “La psicomotricidad es la disciplina que estudia a Pedro, al hombre, desde esta articulación intersistémica, decodificando el campo de significaciones generadas por el cuerpo y el movimiento en relación y que constituyen las señales de su salud, de su desarrollo, de sus posibilidades de aprendizaje e inserción social activa, y también las señales de la enfermedad, de la discapacidad y de la marginación” (Chokler, Myrtha. Organización del desarrollo Psicomotor).
Un enfoque preventivo
El gran objetivo del jardín de infantes es acompañar el desarrollo emocional, cognitivo y de aprendizaje de los niños, cumpliendo especialmente una función preventiva, y teniendo una clara y coherente comprensión de su maduración como sujeto, unidad somatopsíquica. Desde esta perspectiva, es que promovemos en el nivel inicial la práctica psicomotriz, que aborda al niño desde la integración de la motricidad, la afectividad y el proceso intelectual.
Esta práctica tiene objetivos específicos como la comunicación, la expresión y la descentración. Entendemos la descentración como un requisito indispensable en este nivel educativo, ya que otorgará la posibilidad del acceso al pensamiento lógico, a través del progresivo distanciamiento de la invasión de sus proyecciones y emociones.
La expresión es la posibilidad de sacar afuera, de poner en movimiento aspectos íntimos, profundos, de cada uno con relación a los otros. Un niño que se expresa, se muestra, se hace entender manifiesta sus afectos por diversas vías.
La comunicación implica una escucha, un ponerse en lugar del otro, una distancia de las propias emociones. Abrir al niño a la comunicación implica colocarlo en las mejores condiciones de descentración.
Espacio psicomotor, ¡espacio de juego!
“El niño juega continuamente; es imposible saber cuando no esta jugando. Juega incluso su propio papel, asegurando una especie de desplazamiento en su forma de estar en el mundo. En las situaciones más extremas, a veces las mas trágicas, el niño juega como si el juego, actividad maravillosa, variada, rica, fuera para él una necesaria forma de ser. El juego es la forma privilegiada de expresión infantil” (Philippe Guttin, 1973).
Muchos autores hablan del juego como actividad esencial en la infancia, que otorga la posibilidad de transformación, de expresar agresión, de establecer deseos, de manifestar el imaginario. Winnicot dice: “Jugar es hacer, el juego compromete al cuerpo, el jugar tiene siempre una implicancia corporal, implica una acción sobre el mundo externo y modifica a su vez el mundo interno”.
Cuando preparamos el espacio de psicomotricidad, lo hacemos teniendo en cuenta que los niños vendrán con el proyecto de jugar, de jugar con un objeto, con otro o con otros.
El encuadre de esta practica
Desde el principio, el niño tiene un espacio donde vivir su expresividad motriz, donde los objetivos y los principios de acción dan la libertad, a él y a los adultos, de actuar facilitando la creación y la relación.
El encuadre simboliza la contención, la seguridad, la confianza, pues se trata de un marco, de un límite, de la claridad y del permiso. El encuadre establece pautas para llevar a cabo la acción, es un marco que se mantiene invariable, y que se prolonga en el tiempo. Separa el adentro del afuera, lo significa y da las condiciones para el desarrollo y el aprendizaje. Las constantes espaciales (objetos, disposiciones en el lugar) y las constantes temporales (día en que se desarrollar la sesión, duraron de la misma) y las personas que intervienen, juegan un papel importante en la estabilidad y maduración del proceso.
El dispositivo espacial y temporal
La organización de los materiales responde a las etapas madurativas que parten de la acción y alcanzan la representación. El objetivo es facilitar este pasaje, desde la disposición de material pertinente para estos procesos, buscando, según las palabras de Wallon, “pasar del acto al pensamiento”.
Este dispositivo comprende una estructura y organización temporal, secuenciado en los siguientes momentos:
• Un ritual de entrada.
• Un tiempo para el desarrollo de la expresividad motriz.
• Un momento para el cuento o relato.
• Un espacio para representación grafica.
• Un ritual de salida.
Ritual de entrada
Momento de encuentro de saludo individual y grupal. Es el momento de nombrar a cada niño, significando su presencia, evocar a los ausentes y marcar las reglas del lugar. Es el tiempo del pasaje de la vida cotidiana a este espacio de transición, de construcción, juego y elaboración emocional; es el momento en que el psicomotricista acoge al grupo, brindando confianza y seguridad.
El espacio de la expresión motriz
Se habilita, en principio, la destrucción de paredes o torres de cubos y almohadones de gomaespuma, facilitando la elaboración de los fantasmas infantiles, desculpabilizando esta acción, en el placer de la relación y el juego simbólico. Encontramos otros materiales, como escalera, bancos suecos, colchones, telas, palanganas, sogas, espejos, materiales que posibilitan el movimiento, la recuperación del placer sensoriomotor, a través de balanceos, saltos, caídas, carreras, envolturas, búsqueda de altura, etc.
Los cubos, las telas, muñecos, incentivan el juego simbólico que compren de tanto a las construcciones como al juego del “como si”. Muchas veces estas acciones se ven integradas, ya que mientras una nena es la Mujer Maravilla, tienen puesta una capa, se trepa al banco, salta, cae, rola, y vuelve a rescatar a sus hijos de manos malvadas, en una absoluta situación de simultaneidad de juego sensoriomotor y simbólico.
Momento para el cuento o relato
Unos minutos antes de finalizar el juego, el psicomotricista avisa que falta poco tiempo para ir cerrando ese momento, lo que facilita la toma de distancia de la situación investida, Luego invita a los niños a sentarse en un lugar determinado por el adulto para escuchar el cuento. Esta historia tiene como objetivo promover la representación mental de imágenes y escenas que fueron vividas con mucha emoción durante el juego.
Este relato debe ser la metáfora de lo que se jugo, con la suficiente distancia como para que los niños se identifiquen con los personajes, sin ser ellos mismos. De este modo se prepara el pasaje a un momento de mayor descentración.
Representación grafica
En este espacio se ofrece a los niños crayolas o plumones y hojas para dibujar, o masa de color para modelar o pequeños bloquecitos de madera para construir. La producción con estos materiales, la palabra y la escritura, ofrecen la posibilidad de expresar y dar forma a las emociones, al imaginario y a las escenas fantasmáticas. En esta manifestación, cada niño muestra su individualidad, su posibilidad, o sus carencias. Es un momento importante para la comunicación, ya que se le pregunta a cada uno por su producción y se muestra al resto, si cada uno así lo desea, buscando nuevos caminos para la descentración.
Ritual de salida
Es el momento que vuelve a marcar la diferencia entre el afuera y el adentro; es lo que reaseguramos la continuidad de este espacio, y de la pauta para la despedida y el reencuentro.
El cuerpo en la institución escolar
Durante mucho tiempo, el cuerpo no tuvo lugar en la escuela o solo se lo tuvo en cuenta para desarrollar destrezas, habilidades fuerza, resistencia, velocidad, rendimiento, etc., sin permitir la expresión, ya no de tecnicidad sino de pulsiones, afecto, fantasmas.
Citamos previamente a Wallon, al decir que “el movimiento es la expresión del psiquismo del niño”, y no era justamente la escuela, como institución representativa de la cultura y de la sociedad, quien otorgara ciertos permisos y espacios para las necesidades genuinas en la infancia, entendiendo que “el cuerpo es, también, y ante todo, lugar de placer y de displacer, de reservorio de pulsiones, medios de expresión de los fantasmas individuales y colectivos de nuestra sociedad, al servicio del inconsciente, tanto o mas que del consciente” (Aucouturier y Lapierre, El cuerpo y el inconsciente, 1980).
El docente no recibe una preparación adecuada, suficiente y pertinente para comprender y operar con ese cuerpo, con la expresión de la agresión, de la angustia, de la necesidad, de la inhibición, porque tampoco existió, durante mucho tiempo, lugar para el cuerpo del maestro en los profesorados y en las instituciones educativas, en general.
El maestro debería tener un espacio de formación personal, en el cual poder conocer sus propias limitaciones, su manejo de la agresión, su capacidad de escucha, de mirada, de apertura y comprensión del otro.
Aquella escuela que abra sus puertas a la psicomotricidad debe llevar adelante un proyecto pedagógico acorde y coherente con los principios que rigen a esta practica “que se base en una concepción del niño, de su proceso madurativo y de la función de la institución educativa, que reconozca la dinámica propia y las necesidades especificas del niño, que privilegie como finalidad la concreción de las condiciones para su desarrollo armonioso a través del placer del movimiento, de la comunicación, del placer de la expresión y la creación, del placer de la acción, la investigación y el descubrimiento, del placer de la actividad cognitiva lógica. Un proyecto educativo coherente, concebido como un itinerario de maduración y tendiente al mismo tiempo a la prevención y a la detección temprana de las alteraciones de la estructura y de la dinámica afectiva, motriz, cognitiva y relacional” (Chokler, Myrtha, Acerca de la practica psicomotriz de Bernard Aucouturier, 1999).
Bibliografía:
Psicomotricidad. El cuerpo en juego: hacer, sentir, pensar. Ediciones Novedades Educativas. Buenos Aires 2000.
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